Por: Alejandro Céspedes

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Siempre me ha intrigado ver cómo nuestras decisiones en el trabajo y la vida diaria difieren. Para ilustrar el contraste, imaginémonos cómo serían las vacaciones de Pedro, un gerente de producción, si las planeara de la misma forma en que administra su planta.

En primer lugar, Pedro cotizaría vuelos y hoteles con tres proveedores, y seleccionaría la opción más económica sin considerar que esto podría resultar siendo más costoso. Si los vuelos más baratos tienen muchas escalas y el hotel más económico no está bien ubicado, el costo total del paseo puede terminar siendo mayor, por las comidas adicionales durante el vuelo y el número adicional de desplazamientos desde y hacia el hotel. En la planta Pedro hace lo mismo. Cotiza con varios proveedores y elige al más barato sin pensar que un menor precio puede significar menor calidad, tiempos de entrega más largos y menos confiabilidad, los cuales pueden terminar costando más por los reprocesos, el mayor nivel de inventario y las horas extras en las que tendrá que incurrir por el pobre desempeño del proveedor.

Pedro empacaría solo una muda de ropa por día, buscando optimizar el peso de la maleta. Si sufre algún percance, como regarse comida encima, lo obligarán a comprar ropa extra (costosa). En la planta es igual. Pedro balancea la producción con la demanda, exponiendo la planta a cualquier variación, y luego tiene que incurrir en sobrecostos significativos. Por ejemplo, si una máquina sufre algún daño leve, al no haber holgura en la capacidad, Pedro tendrá que recuperar el tiempo perdido incrementando los costos.

Por último, Pedro comenzaría su día comiendo en exceso durante su desayuno tipo buffet. Pedro comerá hasta más no poder, porque cree que mientras más coma, más “económica” será su estadía. En la planta, esta mentalidad se refleja al producir inventario innecesario con la intención de reducir costos. La realidad es que el costo del hotel y la planta es fijo sin importar cuánto coma o produzca. Pero estas decisiones no están exentas de graves consecuencias: Pedro regresará con unos kilos de más y con el colesterol por las nubes, y la planta consumirá materias primas, capacidad productiva y espacio de almacenamiento en producto que no se necesita.

Aunque la historia de Pedro es ficticia, ilustra muy bien prácticas arraigadas y aceptadas en la industria, que, llevadas a otro contexto, son absurdas. La intuición es muy poderosa, y por esta razón las decisiones a título personal generalmente son mejores que las que tomamos en el ámbito laboral. Por ejemplo, en nuestras vacaciones personales no solemos escoger el hotel y los tiquetes solo con base en el precio; todo lo contrario. Lo normal es analizar muy bien las implicaciones de todas nuestras decisiones en la foto completa. Cuando empacamos la maleta llevamos varias mudas de ropa extra, así sepamos que hay un chance de que no la lleguemos a necesitar. Y aunque es probable que sí comamos un poco más de lo normal durante el paseo, no lo hacemos por la creencia de que así reduciremos el costo del alojamiento, lo cual claramente no tiene sentido.

Nadie niega que cambiar paradigmas es difícil, pero si queremos mejorar nuestro desempeño, es imperativo hacer cosas diferentes. Si seguimos haciendo lo mismo, el resultado será igual. Te invitamos a que te atrevas a retar lo tradicional y que mejores el desempeño de tu operación implementando metodologías disruptivas como Teoría de Restricciones y Demand Diven MRP. Inscríbete en nuestro blog para que recibas información de nuestros próximos eventos, haciendo clic en este link: http://bit.ly/47LhaqQ