En Colombia, se le llama “Cuarto de San Alejo” al lugar donde las familias guardan objetos viejos o de poco uso. En estos espacios se encuentra desde el tarro de pintura que sobró de la última redecoración hasta los cuadernos de nuestra época escolar. Las empresas, al igual que en los hogares, también existen “Cuartos de San Alejo” con montañas de inventario obsoleto que lleva meses o años sin ningún movimiento.

Este inventario crece durante todo el año, pero lo hace especialmente en enero, después de la venta decembrina, la cual, al igual que en años anteriores, estuvo plagada de sobrantes. Es imposible saber con precisión qué productos se venderán y cuántos. Por ende, es inevitable que algunos de ellos roten menos de lo pronosticado, generando excesos de inventario, que luego terminan en el Cuarto de San Alejo con la esperanza de que ocurra un milagro y algún día se vendan.

De acuerdo con nuestra experiencia, entre el 20% y el 50% del inventario de las empresas corresponde a inventario obsoleto, con muy bajas perspectivas de venderse o ser consumido. Según la ley de oferta y demanda, debe haber un precio al que el mercado esté dispuesto a comprar el inventario, aunque este precio generalmente es muy cercano (o menor) al costo unitario del inventario. Por esta razón, vender al precio que el mercado está dispuesto a pagar, reduce el margen de rentabilidad y es lo que evita que las empresas tomen la decisión de vaciar sus Cuartos de San Alejo.

Ahora bien, si lo anterior le resulta familiar, usted ha caído en una de las trampas de la contabilidad de costos, más específicamente, en la falacia de los costos hundidos, término acuñado por Richard Thaler, uno de los pioneros de la economía conductual.

La falacia de los costos hundidos describe situaciones en las que nos aferramos a una decisión por la inversión en dinero, tiempo, y esfuerzo que hemos hecho en ella, ocasionando que tomemos decisiones irracionales en contra de nuestros intereses. Un ejemplo clásico de esto fue el desarrollo del jet supersónico Concorde, pues los gobiernos británico y francés continuaron financiando durante 27 años el desarrollo conjunto del avión, incluso después de que se hizo evidente que el proyecto no era rentable. También explica muchas decisiones de las empresas, como la renuencia a liquidar el inventario obsoleto.

El cálculo del costo unitario de los productos o servicios con los lineamientos de la contabilidad de costos, es un costo hundido. Sin importar la decisión que tomemos, el hecho de que hicimos una inversión en la compra de materiales y en la elaboración de un producto que luego no se vendió, no cambiará.

Veamos un ejemplo: supongamos que hay, a costo, USD$100.000 en inventario obsoleto, y que el mercado estaría dispuesto a comprar este inventario por USD$60.000. Bajo la contabilidad de costos esto generaría una pérdida de USD$40.000. ¡Pero esto es falso! Olvídese de los USD$100.000; este valor corresponde a un costo hundido y es irrelevante en el precio al que se debería vender.

Recuerde que el precio lo determina el mercado. Además, la mano de obra directa y los costos indirectos de fabricación que están cargados al inventario son costos en los que ya incurrió y que no recuperará. Además, el inventario no se repondrá, así que, ni siquiera nos deberíamos preocupar por recuperar el costo de los materiales. Mire hacia adelante y analice la decisión evaluando objetivamente qué es mejor: recibir USD$60.000 que podrá usar para reinvertir en el negocio o dejar el inventario acumulando polvo quién sabe cuántos años más mientras pierde valor con cada día transcurrido.

Es importante aclarar que no estamos condonando el hecho de que se pidió inventario que no debió ser comprado o producido en primer lugar. La solución de fondo es cambiar el método de planeación para reducir los excesos y hay metodologías como TOC y DDMRP que, aunque no van a eliminar los excesos en su totalidad, pues ya mencionamos que los pronósticos siempre tendrán un margen de error, sí reducen su magnitud.

Estamos proponiendo que, en situaciones donde el daño ya está hecho, no cavemos el hoyo más profundo. Estudiemos con cabeza fría la situación y no dejemos que la emoción interfiera con la decisión racional, que, en estos casos, es monetizar inventarios obsoletos al precio que el mercado está dispuesto a pagar, teniendo cuidado de hacerlo de forma que el menor precio que se cobre no afecte los precios en otros segmentos de mercado. Una opción es hacerlo en mercados que actualmente no atiende y exigir que el pago sea de contado.

Sea consciente de que el efecto contable será negativo en el estado de resultados, pero su flujo de caja mejorará. Socialice el efecto de esta decisión con todos los grupos de interés, incluyendo socios, junta directiva, bancos, empleados, etc., y no procrastine más la liquidación de inventarios obsoletos. Esta medida le ayudará a reducir los gastos financieros, a cubrir gastos de operación o a financiar alguna inversión pendiente.

Eli Goldratt decía que la contabilidad de costos era el enemigo número uno de la productividad, y la noción del costo unitario es evidencia de esto. Si desea entender más a fondo las trampas presentes en la contabilidad de costos, y por qué es riesgoso tomar decisiones con base en el costo unitario, lo invitamos a que se inscriba en nuestro curso “Cómo tomar MEJORES decisiones evitando las TRAMPAS de la contabilidad de costos”. Haga clic en este enlace para ver el primer módulo sin ningún costo.

Pero si quiere profundizar en el modelo operativo basado en TOC y DDMRP para la distribución y el abastecimiento, inscríbase en nuestro curso “Cómo INCREMENTAR sus ventas REDUCIENDO el inventario” haciendo clic en este enlace.

 

Foto de Jeremy Bishop en Unsplash