La semana pasada vi la película “Air: la historia detrás del logo”, basada en hechos reales sobre el origen de la línea de tenis de baloncesto “Air Jordan”, construida en torno a Michael Jordan. Nike cerró el negocio gracias a la persistencia de Sonny Vaccaro, un empleado de Nike, quien logró convencer a Phil Knight, el dueño de Nike, de hacer una oferta sin precedentes en la industria y a Michael Jordan de aceptarla, a pesar de que este último estaba decidido a firmar con Adidas o con Converse.

Al ver la película queda la sensación de que Vaccaro tuvo la intuición y la genialidad de prever la estrella en que se convertiría Michael Jordan, y por eso estuvo dispuesto a apostar su trabajo y el de los demás empleados de la división de baloncesto en un solo jugador. La apuesta, en retrospectiva, valió la pena, pero esto no quiere decir que haya sido una buena decisión por parte de Nike.

Cuando evaluamos una decisión, es natural enfocarse en su resultado para determinar si la decisión fue buena o mala. Después de todo, ¿no es el resultado positivo el objetivo final de la toma de decisiones? Si bien esto es correcto, juzgar las decisiones basándose únicamente en sus resultados puede ser engañoso e incluso perjudicial.

La calidad de una decisión se refiere al grado en que esta conduce al resultado deseado, dada la información y las opciones disponibles en el momento en que se tomó la decisión. El resultado de una decisión no siempre es buena indicación de su calidad pues hay muchos factores incontrolables y desconocidos (como la suerte) que pueden afectar el resultado de una decisión.

Nike decidió invertir todo su presupuesto anual en Michael Jordan. Si él no resultaba ser el jugador que Sonny vaticinaba, Nike no tendría más alternativa que cerrar la división de baloncesto, pues esta división estaba perdiendo dinero, y el fuerte de Nike eran los tenis para trotar.

Al momento de la negociación, estos eran los hechos:

  • Michael Jordan era la tercera selección del NBA draft de 1984, detrás de Hakeem Olajuwon y Sam Bowie.
  • Michael Jordan no siempre fue un atleta excepcional. De hecho, en 1978 ni siquiera logró un cupo en el equipo de baloncesto de su colegio.
  • Los Chicago Bulls, el equipo con el que jugaría Jordan, estaba mal administrado, tenía un desempeño muy regular y existía el rumor de que varios jugadores solían consumir drogas.
  • Michael Jordan aún no había jugado ni un solo partido como profesional, así que no había claridad sobre cómo iba a ser su transición al nivel profesional.

Inicialmente Nike tenía pensado distribuir el presupuesto entre tres jugadores, pero Sonny insistía en invertir todo el dinero en uno solo, en contra de la opinión de todos, pues los riesgos eran demasiado altos y el beneficio potencial no era tan claro, pues la expectativa de ventas de los “Air Jordan” era de 3 millones de dólares durante los primeros cuatro años. En otras palabras, en un escenario pesimista, las consecuencias eran devastadoras y en un escenario optimista, los beneficios esperados, con la información disponible al momento de tomar la decisión, no eran extraordinarios.

 

La decisión de Nike de fichar a Jordan resultó ser un cambio de juego para la compañía. La personalidad carismática de Jordan, sus habilidades excepcionales en el baloncesto y sus tenis “Air Jordan” rápidamente lo convirtieron en uno de los atletas más populares del mundo. La empresa terminó vendiendo 126 millones de dólares el primer año y hoy, casi 40 años después, vende 5 billones de dólares al año.

Con estas cifras es difícil calificar negativamente la decisión de firmar el acuerdo con Jordan, pero este es el sesgo de retrospectiva (“hindsight bias” en inglés) haciendo de las suyas. El resultado bien pudo ser otro: Michael Jordan pudo lesionarse, sufrir alguna enfermedad grave, o pudo ser un jugador más que no estuvo a la altura de las expectativas como ha ocurrido con tantos otros. En un universo paralelo, la historia de Michael Jordan podría haber sido otra y Nike, como la conocemos hoy, tal vez ni existiría.

En conclusión, tomar buenas decisiones es un aspecto esencial del éxito en la vida y por esto es importante separar la calidad de una decisión de su resultado. La firma de Michael Jordan con Nike fue una mala decisión con un buen resultado. Decir lo contrario equivaldría a decir que ir al casino a apostar todo el patrimonio familiar al color verde en la ruleta es una buena decisión si se gana la apuesta y una mala decisión si se pierde. Mejorar la calidad de nuestras decisiones comienza reconociendo que no podemos asegurar el resultado deseado de las decisiones que tomamos, así que nuestro enfoque debe estar en mejorar el proceso con el que tomamos la decisión, y confiar en que esto aumentará la probabilidad de que el resultado esperado se dé. En última instancia, el éxito es una combinación de tomar buenas decisiones, estar dispuesto a asumir riesgos calculados cuando la situación lo amerite, y por qué no, contar con un poco de suerte.

Imagen de Mohamed Marzuk Mohamed Ansari en Pixabay