Por: Simple Solutions

Hace unas semanas, tuve una conversación interesante con Andrés, el esposo de una prima, durante un paseo familiar. Mi esposa y yo teníamos algunos asuntos laborales, así que enviamos adelante a nuestros hijos, Agustín de 6 años y Macarena de 3 años, con sus abuelos paternos. Andrés notó que eran bastante independientes y me preguntó cuál era el secreto detrás de eso, pues quería lograr lo mismo con su hijo de siete meses. Le respondí que la clave era acostumbrarlo desde pequeño a que otras personas lo cuidaran. En nuestro caso, mis dos hijos, antes de cumplir un año, ya habían pasado noches lejos de casa con familiares y personas cercanas.

Pero no todos los padres hacen esto. Conozco niños de seis años que no han dormido una sola noche sin su mamá. Esto ocurre porque los papás no tuvieron la necesidad de dejar el niño al cuidado de alguien más durante sus primeros años de vida, pero esto no es sostenible. Luego, cuando sí lo necesitan hacer, el niño no lo va a querer hacer y será una experiencia traumática para todos.

Un Plan B solo funciona si lo construyo y lo ejecuto con tiempo, antes de que se necesite. En mi caso, mi esposa y yo procuramos que nuestros hijos pasaran noches fuera de casa “sin ninguna razón aparente.” Lo hicimos para que los cuidadores y los niños estuvieran familiarizados con el proceso, y no se sintieran extraños si en algún momento nos tocaba pasar tiempo lejos de ellos, como en efecto ocurrió en varias oportunidades.

En los negocios deberíamos tener la misma precaución, pues no tenemos los Planes B listos en su lugar. Por ejemplo, confiamos mucho en un proveedor y no nos preocupamos por desarrollar otro por si el primero sufre de alguna eventualidad. No entrenamos a más de una persona para realizar actividades críticas del negocio, previendo que algún empleado se incapacite sin ningún aviso. Tampoco nos preocupamos por crear un historial crediticio positivo con el sistema financiero, para tener acceso a crédito rápido ante alguna eventualidad. Al no tener el plan listo, cuando algo inesperado ocurre, nos metemos en graves problemas. Recuerdo un caso de una compañía cuya operación se vio severamente afectada porque su director de TI contrajo COVID y tuvo que ser remitido a la UCI. Él era el único con acceso a algunos sistemas de la compañía, por lo cual tuvieron que entrar con un computador a la UCI para que el empleado les diera ingreso al sistema.

La clave para un Plan B efectivo es usarlo de vez en cuando, así no se necesite. De esta forma, cuando de verdad lo necesitemos, funcionará sin problemas. Esto puede significar hacer pedidos a proveedores secundarios, así sean más costosos, solo con el ánimo de que estén familiarizados con nuestros productos y proceso de compra. También podría significar pedir un préstamo al banco así no necesitemos el dinero, para que tengamos cupo de crédito por nuestro buen historial crediticio.

La lección es clara: en la crianza y en los negocios, si nos preparamos para lo “inesperado”, podemos enfrentar los problemas con confianza y salir bien librados. No esperemos la emergencia para pensar en un Plan B. Construyámoslo y ejecutémoslo antes. Así, cuando llegue el momento, estaremos listos para cualquier desafío.

Metodologías como TOC y DDMRP proveen el conocimiento y herramientas para construir estos amortiguadores de capacidad y de mercado, para mitigar el impacto de la variabilidad en el desempeño de nuestra operación. Si quieres saber un poco más al respecto, te sugerimos leer nuestro ebook, “Los 3 Pilares Universales de Flujo” el cual nos puedes solicitar escribiéndonos a mercadeo@simplesolutions.com.co. También recuerda seguirnos en nuestras redes sociales. Nos encuentras como @simplesolutionssas.

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