Por: Alejandro Céspedes
Simple Solutions
Entro al baño de la izquierda sin pensarlo mucho. Es automático, casi como respirar. Pero tan pronto cruzo la puerta, algo está mal. Las miradas lo dicen todo. Hay tres mujeres que me miran con sorpresa, y una de ellas, con una sonrisa, me dice: “Creo que se equivocó de baño”. Trágame tierra.
Salgo avergonzado, claro, pero también intrigado. ¿Cómo me equivoqué? La respuesta es sencilla: seguí la regla no escrita de que, en espacios públicos, el baño de hombres suele estar a la izquierda. No es una ley. No está en ninguna norma. Pero es una de esas verdades “universales” que uno aprende de tanto repetir.
Ejemplos hay muchos: tomar la fila más corta en el supermercado. Abrir la llave de la izquierda para el agua caliente. Usar la ruta que sugiere Waze. Reglas útiles, sí, pero que nos enseñan una lección valiosa: funcionan en promedio, pero no garantizan aciertos. De hecho, a veces nos meten en problemas.
Esa noche, le cuento la anécdota a mi esposa, y caigo en la cuenta de que lo que me llevó al baño equivocado es lo mismo que nos lleva a tomar malas decisiones en las empresas. No fue estupidez. Fue confianza excesiva en una regla empírica que funciona casi siempre… hasta que no lo hace.
En producción la regla más básica es que “es mejor tener las máquinas andando que paradas”. Suena lógico. Nadie quiere ver activos costosos sin hacer nada. Pero ¿y si estamos produciendo cosas que no se necesitan? ¿Y si estamos usando materia prima escasa o consumiendo espacio de bodega que después va a hacer falta?
Lo mismo con las importaciones. “Solo se importan contenedores llenos”. Si lo llenamos el costo del flete se reduce, ¿cierto? Pero ese “ahorro” puede salir caro. El inventario extra amarra capital de trabajo, ocupa espacio y genera costos ocultos que rara vez vemos en el Excel. Es como llenar el carro con gente que no va para donde tú vas, solo porque hay cupo.
Hay algo seductor en estas “reglas de oro”. Nos permiten decidir rápido, sin pensar demasiado. Pero ese es justamente el problema: dejamos de pensar.
Por eso existe la Teoría de Restricciones. No para que te vuelvas filósofo de cada decisión, sino para que tengas herramientas sencillas que te ayuden a cuestionar esos atajos mentales antes de que te metan literalmente en el baño equivocado.
En nuestro curso “Cómo tomar mejores decisiones evitando las trampas de la contabilidad de costos”, enseñamos a usar la Contabilidad del Trúput para tomar decisiones más alineadas con el resultado global de la empresa. No se trata de pensar más, sino de pensar mejor.
El primer módulo es gratis. Regístrate. No cuesta nada. Pero puede evitarte muchos errores.
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