Por: Alejandro Céspedes
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Recientemente, me enteré de que una prima se iba a divorciar. La noticia me tomó por sorpresa porque mi prima y su futuro exesposo eran la pareja “perfecta”; tienen tres hijos, ambos son exitosos profesionalmente, excelentes personas y muy devotos a la religión católica. De hecho, si me hubieran preguntado qué tan probable era que ellos se divorciaran, hubiera respondido con mucha seguridad “menos del 5%”. Grave error de mi parte, pues caí en el sesgo cognitivo conocido como “la falacia de las tasas base”.
Según cifras de la Superintendencia de Notariado y Registro de Colombia, el promedio de divorcio está alrededor del 27%, lo cual ignoré por completo, en favor de información específica del matrimonio. Para entender mejor el error de ignorar las tasas base, analice el siguiente ejemplo tomado del libro “Pensar rápido, pensar despacio” de Daniel Kahneman:
En una ciudad determinada, el 85% de los taxis son verdes y el 15% son azules. Un testigo de un accidente vehicular afirma que el taxi involucrado era de color azul. Si se sabe que el testigo tiene una precisión del 80% en identificar correctamente el color de los taxis, ¿cuál es la probabilidad de que el taxi del accidente fuera en efecto azul?
La respuesta más común a esta pregunta es 80%, el porcentaje de acierto del testigo. Sin embargo, este valor desconoce un dato muy importante, pues gran la mayoría de los taxis en la ciudad son verdes.
La probabilidad correcta se calcula con la fórmula de Bayes, la cual actualiza las probabilidades de un evento cuando hay nueva información. En el ejemplo, queremos saber la probabilidad de que el taxi accidentado sea azul, dado que un testigo dijo haber visto un taxi azul. Si no supiéramos la proporción de taxis verdes y azules, la probabilidad de que el taxi involucrado fuera azul sería del 80%, que es el porcentaje de acierto del testigo, pero, sabiendo que el 85% de los carros son verdes, debemos actualizar la probabilidad usando la fórmula de Bayes. Los cálculos detallados no son relevantes, pero la respuesta correcta es el 41%; casi la mitad de lo que la mayoría responde intuitivamente.
Lamentablemente, es común que personas y empresas ignoren este importante hecho y tomen decisiones basadas en probabilidades mal calculadas. Por ejemplo, las empresas sobreestiman las probabilidades de éxito de los nuevos productos que desarrollan, ignorando que hay estudios que sugieren que entre el 70% y el 95% de los nuevos productos fracasan. De forma similar, muchas personas apuestan todo su patrimonio a una idea de negocio, desconociendo que el 75% de las empresas que se crean fracasan en tres años o menos.
Es muy fácil entusiasmarse con las funcionalidades del nuevo producto, creer que nuestra idea de negocio tiene el éxito asegurado, o que nuestro matrimonio es para toda la vida, pero las tasas base no se pueden ignorar. No estoy sugiriendo que las empresas no innoven, que las personas no emprendan o se casen. Mi recomendación es que guardemos objetividad teniendo presente siempre que las tasas base importan y que ignorarlas es un error. Por esta razón no es recomendable apostar todo el futuro de la empresa en el éxito de un nuevo producto, arriesgar todo el patrimonio en un emprendimiento, o evitar la incómoda conversación de firmar un acuerdo prenupcial.
Otra recomendación es que siempre partas de las tasas base que apliquen cuando no haya evidencia útil adicional. Por ejemplo, si vas a comprar un apartamento para arrendar, investiga cuál es el tiempo promedio que tarda un apartamento para arrendarse en el sector donde está ubicado el inmueble. Y haz un ajuste cuando tengas información adicional relevante para tu caso. Detalles específicos de la vivienda pueden mejorar la probabilidad de arriendo, pero no desestimes la tasa base por completo.
Tanto en la vida personal como en el ámbito empresarial, considerar las tasas base nos ayuda a mejorar la calidad de nuestras decisiones. Si bien es cierto que este enfoque no evita todos los errores, sí ofrece una perspectiva más realista y fundamentada en datos, lo cual es invaluable en un mundo lleno de incertidumbre.